
Venga, va, os comento un poquito mi experiencia con el tema de las bajas en una conocida cadena de supermercados, no sé, llamémosla Mercaseñora. Yo empecé a trabajar ahí en el 2004.
En Mercaseñora tienen una "filosofía de empresa", de la que intentan imbuirte con unos cursos que incluyen la lectura de un par de libros de empresarios exitosos que crearon supermercados en el extranjero. Podríamos llamar a esos cursos "Turra total".
En esos cursos, aparte de alabar las dotes del "Presi" (sí, lo llaman así, lo juro) y lo mucho que debemos esforzarnos por complacer al "jefe" (así llaman a los clientes), se llega al tema de las bajas. Ay.
La teoría de Mercaseñora es que una lesión o enfermedad no tiene por qué incapacitarte para trabajar, y que si no puedes cargar cajas, pues puedes hacer otra cosa. Así que hay que adaptarse. Bajas=caca.
Y así es. El primer día que entré en la cafetería, me encontré a un tío con el uniforme del almacén de Mercaseñora, con su pierna escayolada y sus muletas. Todo muy entrañable.
Gente con el brazo en cabestrillo, pero que claro, podían efectuar otras labores. Cosas así. ¿Te encuentras mal? Llamada del médico. No cojas la baja. Tres días, a ver qué pasa. Repito. Baja=caca.
Yo me lesioné la rodilla al tiempo de estar allí. Ocho horas de pie en una máquina cargando cajas, y once cuando pedían horas extras, insinuando que llevabas poco tiempo y debías hacerlas. Nada de baja.
El tío Hanky bajaba de la máquina, se iba a una mutua, le daban corrientes y volvía a subirse a la máquina. Sí, lo sé, culpa mía, pero uno tiene la mala costumbre de comer.
A los pocos años, la lesión se acrecentó. Empecé a entrar en quirófano. La cosa iba mal, y al final me hicieron una operación más seria. Me hacían ir al almacén para verme. Un día, el jefazo, al verme con las muletas, me dijo que para subir a un toro ya estaba en condiciones.
Total, que en plena rehabilitación, me llama la doctora de Mercaseñora. Que ya no me pueden aguantar más, que no tienen un puesto alternativo para mí, y que a la calle. Que entendían que yo no tenía la culpa, pero que ya no les servía para nada.
Como Mercaseñora tiene mucha pasta, no discutieron demasiado. Me dieron pasta, el paro y a la calle. Y a la calle. Y ahora, imaginaos lo que harían si no hubiera una legislación que velara por los derechos de los trabajadores que enferman.
Y aquí os dejo la comunicación de mi despido, por si alguien tuviera alguna duda.
Y ahora, seguid ladrando por lo de las bajas por reglas dolorosas de las mujeres. Por cierto, no entré en 2004, sino en 2003, que lo acabo de ver.
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